En las regiones andinas y amazónicas, las plantas enteógenas como el cactus conocido como wachuma y las utilizadas en la preparación de la ayahuasca han sido utilizadas tradicionalmente por comunidades indígenas en rituales religiosos y medicinales. Estas plantas son consideradas sagradas y tienen un papel importante en la cosmovisión de estas culturas; no obstante, algunas de estas contienen componentes psicoactivos que se incluyen en las listas de substancias sujetas a fiscalización del sistema de Naciones Unidas por lo que la legalidad del uso de estas plantas no queda claramente definida y se mantiene ambigua en algunos países.
En Bolivia, la Ley de Medicina Tradicional y Ancestral Boliviana N° 459 y la Ley de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Sustancias Controladas N° 913; son normas que abren la posibilidad de usos medicinales y científicos para las substancias fiscalizadas; aunque se requiere de complementación en la reglamentación necesaria.
La falta de desarrollo normativo y administrativo para la implementación de políticas públicas claras respecto de los usos tradicionales y terapéuticos de las plantas enteógenas puede generar confusiones y problemas legales para aquellos que deseen utilizarlas en rituales o como tratamiento médico, no
sólo en Bolivia sino en toda la región. Además, esta falta de regulación puede generar riesgos para la salud de las personas que las consumen, especialmente si se utilizan en contextos no adecuados o con fines recreativos, motivo por el que se hace necesario el desarrollo de una regulación moderna y adecuada que permita la atención responsable y profesional con el uso de estas plantas para atender problemas como la depresión, la ansiedad, el insomnio, trastornos adictivos y otros.
En resumen, la ambigüedad entre la ilegalidad y la sacralidad de las plantas enteógenas en la región andina refleja la complejidad de las relaciones entre la cultura, la religión y los marcos normativos. Escenario en el que es importante que se siga explorando y regulando adecuadamente el uso de
estas plantas para garantizar su protección cultural y su seguridad, un trabajo en el que Ser Ajayu se embarca de manera profesional mediante el desarrollo de propuestas terapéuticas y de regulación.
