¿Por qué la salud mental y hacia dónde vamos?

Son años que observamos el deterioro continuo y progresivo de los indicadores globales
de salud mental en medio de la crisis sanitaria desencadenada por la pandemia de COVID-19. La vida cotidiana de las personas en todo el mundo fue alterada drásticamente, y, desde entonces, las circunstancias de crisis, además, de la creciente digitalización de las interacciones humanas, el comercio electrónico, la educación en línea y el teletrabajo han exacerbado los problemas existentes de salud mental, afectando el bienestar psicológico y la calidad de vida de las personas.

El impacto de la crisis de salud mental es vasto y preocupante, con cientos de millones de personas afectadas en todo el mundo. La depresión, en particular, se ha convertido en una de las principales causas de discapacidad, mientras que la ansiedad y el estrés también han aumentado significativamente durante la pandemia. Sin embargo, la mayoría de los afectados no reciben la atención necesaria, lo que agrava aún más la situación.

En este contexto, se comprende un aumento global en la demanda de terapias alternativas para abordar los desafíos de la salud mental. Las terapias psicológicas y psiquiátricas tradicionales han demostrado ser insuficientes, lo que ha impulsado el desarrollo de alternativas terapéuticas innovadoras, incluyendo el enfoque etnobotánico articulado a psicoterapias que combinan conocimientos de etnofarmacología tradicional y de la investigación científica moderna como una intervención eficaz y segura para el manejo de los trastornos mentales.

Particularmente, las terapias etnobotánicas que incorporan enteógenos de la Amazonía y las zonas andinas emergen como una opción viable para contrarrestar la creciente prevalencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y el estrés. Ya son muchos los centros de investigación, empresas y universidades que están dedicando recursos significativos al estudio y desarrollo de estas terapias.[1]

Frente a las tendencias globales, hemos reconocido que en Bolivia existen condiciones favorables para el desarrollo formal de psicoterapias que se desprenden de la etnofarmacología andina y
amazónica respaldadas por un marco normativo que reconoce la medicina tradicional ancestral y los usos medicinales de sustancias fiscalizadas. Además, el conocimiento preservado por los pueblos indígenas, como los Kallawayas, ofrece una rica fuente de sabiduría sobre la farmacopea natural, incluyendo especies con aplicaciones en salud mental.

Es evidente que la crisis de salud mental exige un enfoque holístico y colaborativo que incorpore tanto enfoques tradicionales como innovadores para satisfacer las necesidades de una población cada vez más afectada. Es fundamental que se asignen recursos y se fomente la investigación y el desarrollo de terapias que promuevan el bienestar mental y emocional de manera sostenible y accesible para todos.

• Más de 300 millones de personas viven actualmente con depresión y ya es la principal
causa mundial de discapacidad.

• La depresión y la ansiedad aumentaron a nivel global más de un 25% en el primer año de la pandemia, lo que supone, aproximadamente, 53 millones de casos adicionales.[2]

• 971 millones de personas padecen algún problema de salud mental y más de dos tercios de los
afectados no reciben la atención que necesitan.

• El costo global por el deterioro de condiciones mentales en 2010 se estimó en 2.500
billones de dólares y el costo proyectado al año 2030 alcanzaría los 6.000 billones
de dólares. [3]

Fuentes:

1. Dos Santos, RG, Osório, FL, Crippa, JA, Riba, J. , Zuardi, AW y Hallak, JE ( 2016 ) Efectos antidepresivos, ansiolíticos y antiadictivos de la ayahuasca, la psilocibina y la dietilamida del ácido lisérgico (LSD): una investigación sistemática revisión de ensayos clínicos publicados en los últimos 25 años . Disponible en https://pubs.acs.org/doi/10.1021/acschemneuro.8b00237